Estoy de acuerdo con el consumo responsable y no me cae bien el Black Friday. Te cuento por qué:
Parte de mis valores personales son el cuidado del planeta -por lo tanto el reciclar y reutilizar- y la vida consciente -que se traduce en consumo responsable -.
Me defino como una persona austera y me encanta vivir con lo que necesito. Aunque no todo puede ser una restricción y también sé disfrutar de comprarme cosas bonitas muy seleccionadas o vivir experiencias que creo que me harán más feliz o mejor persona.
Realmente me esfuerzo por no comprar cosas que no necesito sólo porque son lindas o porque están baratas o con descuento. Pero, confieso que a veces no me resulta fácil.
Creo que el sistema en el que vivimos nos hace pensar que consumiendo o poseyendo más seremos más felices. ¡Pero no es así!
El Black Friday es un fenómeno comercial creado que ocurre el primer viernes después de Acción de Gracias en Estados Unidos. Si quieres saber por qué se llama así y el origen de su historia al final te dejaré un link a un artículo que me pareció curioso. Se expandió mundialmente y desde hace años forma parte también de nuestro hábito de compra en España. Se supone que las tiendas hacen descuentos para incentivar las compras de Navidad.
No encuentro esto lógico, porque ya sabemos a quienes les vamos a comprar regalos para Navidad, por lo tanto ¿Cómo es que las empresas descuentan si van a vender igualmente? Entiendo perfectamente las rebajas de fin de temporada para liberar stock ¿Pero antes de vender? Afortunadamente vamos siendo testigos de una creciente conciencia sobre el consumo responsable y las implicaciones de éste en el medio ambiente y en la sociedad. En mi opinión llega tarde y de forma muy lenta, pero algo es algo.
El neuromarketing y el marketing estacional aprovechan estas fechas para influir en las emociones y comportamientos de compra de los consumidores. A través de tácticas como la creación de una sensación de urgencia, el uso de descuentos limitados en el tiempo y la promoción de la escasez, buscan maximizar sus ventas. Esto suele resultar en un consumo excesivo y en la compra de artículos totalmente innecesarios, lo que va en contra de mi filosofía de vida basada en los principios de vida sostenible y consumo responsable.
Reconozco que no es fácil resistir la tentación de comprar algo que nos gusta y que además está en oferta. Nuestra cultura a menudo promueve la noción de que la felicidad se puede comprar o acumular, pero en mi experiencia, eso simplemente no es cierto. Valores como el altruismo, la espiritualidad, la conexión con una misma, nuestros seres queridos y el entorno, nos hacen mucho más felices que la play, el ordenador más rápido o el jersey del color de la temporada.
Exploremos otras opciones de compra.
Para mi una alternativa ética y sostenible es la adquisición de artículos de segunda mano. Comprar “second hand” no solo es más económico, sino que contribuye a la reducción de residuos y a la economía circular, alargando la vida útil de los productos y disminuyendo la demanda de nuevos recursos y la generación de desechos.
Por eso, cada vez compro más ropa de segunda mano y voy a más conciertos, eligiendo experiencias sobre posesiones. En este sentido, te doy una idea: si tienes que hacer un regalo, puedes ofrecer una experiencia no material, como ir al cine juntos, un spa, una caja de experiencias ya armada (que podría ser más digital y con menos caja plástica) o un restaurante que le haga ilusión a la otra persona, un masaje, un taller de: cerámica, maquillaje, perfumes, dibujo, danza, de cata de vinos…La imaginación al poder…
Me gustaría animarte a adoptar prácticas más conscientes y a considerar alternativas no materiales al hacer regalos. Las experiencias compartidas pueden enriquecer las relaciones y generarnos mayor conexión. Apostando por el consumo responsable contribuimos con un sentido más profundo de felicidad y satisfacción que algo material.
Cada día somos más los que apostamos por el consumo responsable
En respuesta a la cultura del Black Friday, han surgido movimientos y activistas a nivel mundial que promueven el “Buy Nothing Day” (Día Sin Compras) o campañas similares que animan a las personas a reflexionar sobre el impacto de sus hábitos de consumo. Estos grupos argumentan que el consumismo exacerbado no sólo tiene efectos perjudiciales en el medio ambiente, sino que puede tener un impacto negativo en el bienestar personal y social. Muchas veces nos mueve el subidón de la compra pero luego no usamos eso que compramos o tenemos tantas cosas que nos es difícil acceder a esto porque tenemos el armario lleno de cosas. Predomina más la falta de espacio que el disfrute de lo que compramos.
En ciudades como Barcelona tenemos un problema enorme con la vivienda. Pequeños apartamentos se llenan de cosas innecesarias, reflejando esta cultura de consumo y desecho. Vivimos en un ciclo de comprar y tirar que no solo es insostenible, sino que tampoco nos hace más felices.
Como pequeña autónoma, he decidido no participar en el Black Friday. No quiero generar esa necesidad artificial de compra impulsiva que el marketing estacional promueve. Me niego a colaborar con prácticas que van en contra de mis principios y del compromiso que tengo con un consumo responsable.
No quiero someter a mis clientes a la presión de adquirir servicios extras que luego quizá no necesiten o se sientan en la urgencia de gastar una suma de dinero que no tenían presupuestado solo para aumentar mis ingresos personales. Por otro lado, siempre -y afortunadamente- hago las sesiones con el mismo cariño y vocación: lo que yo puedo ofrecer es único e irrepetible y no me puedo permitir bajar su precio.
Creo firmemente que un cambio hacia un consumo más consciente y ético no sólo es posible, sino necesario para nuestro bienestar y el del planeta. Es tiempo de redefinir lo que significa vivir bien, escogiendo lo que en verdad suma a nuestras vidas y no lo que resta a nuestro mundo.
Si deseas seguir profundizando en el tema, me parece que este artículo de La Casa del Libro te puede interesar ¿Qué es el Black Friday?