Se sentía en la incómoda posición de “ser la otra”, “la amante escondida”.
Hoy quiero compartir el trabajo que hicimos con Joana. Ella acaba de terminar su tratamiento después de casi tres años. Cuando consultó tenía 29 años. Estaba en una relación que desde la primera sesión las dos pudimos identificar claramente de “dependencia emocional”.
Habían convivido durante cuatro años, pero lo habían dejado. Ahora, él tenía una nueva pareja en otra ciudad con la que estaba conviviendo, pero a menudo venía por trabajo y tenían encuentros. Ella se sentía en la incómoda posición de “ser la otra”, “la amante escondida”.
Mientras estaban juntos la dinámica de la relación era asfixiante. Según Joana ¡él decidía todo! controlaba cada aspecto de su vida. Que si “a esta persona no la ves”, “estas amigas tuyas no son buenas”, “tienes que trabajar en el verano”, “hay que vivir en esta casa”, “tienes que ir al gimnasio”, porque según él, por supuesto, ella no era lo suficientemente atractiva o se descuidaba.
Joana cedía constantemente ante los deseos de su pareja, quien siempre actuaba con condiciones: “si salimos se hace lo que yo quiero”, “se sale con mis amigos pero no con los tuyos”, “se mira la serie o se ve la película que yo digo”, Y así una infinidad de actos bastante egoístas.
Cada logro de Joana, quien cabe destacar tiene dos grados universitarios y no uno como él, era atribuido a la suerte, a influencias externas o a que la universidad era muy fácil, pero nunca a un mérito personal o dedicación propia.
¿Por qué aceptar una relación como esta?
De seguro en este momento te estás preguntando, cómo una persona puede aguantar tanto tiempo en una relación así. Y pasa que cuando no se está involucrad@ sentimentalmente, visualizamos el problema como espectadores y no romantizamos el abuso, vemos con claridad que está bien y qué está mal.
Pero cuando es nuestra propia historia como en el caso de Joana y muchos otros, nos decimos que estamos enamoradas o que el amor es ciego y por eso lo permitimos todo.
En estos casos se requiere apoyo profesional para quitarse la venda de los ojos y sobre todo para permitirse quererse a una misma con un respeto genuino y con dignidad.
Ser la otra sin sufrir…
Al comienzo de la terapia, Joana sufría de una fuerte ansiedad, insomnio y tenía pensamientos rumiativos sobre cómo dejarlo y salir de allí sin verlo nunca más. Estaba cansada, no solo de ser la otra, sino de que no la valorara, del egoísmo y la manipulación.
Era un plan que armaba y rearmaba constantemente en su cabeza, pero en cada nuevo encuentro -sexo por medio y palabras románticas- sus planes se esfumaban. Incluso, me contaba Joana que a veces él la culpaba de seducirlo o de ser irresistible, y otras veces manipulaba los encuentros para terminar yendo juntos a casa de ella.
¿Cómo trabajamos en terapia?
Joana tuvo una gran motivación y determinación al principio de su terapia, trabajó muchísimo entre sesiones, leyó, escribió, meditó e hizo muchos cambios saludables que la fortalecieron para despedirse de esta historia y no ver a esta persona nunca más. Él no lo facilitó en lo absoluto -como era de esperarse- pero ella supo encontrar la manera y el camino hacia su salud.
En terapia, Joana y yo indagamos en su historia familiar y vimos cómo en su biografía había circunstancias que le hacían ver normal este tipo de relación tan dañina, donde el abuso emocional, el ser la otra y conformarse con vivir a escondidas es una opción.
Profundizamos en su modelo de pareja y en los vínculos que deseaba construir y tener: tanto en amistades, familia, como vínculos sexo-afectivos. La terapia le dio herramientas para estar sola (o consigo misma) por primera vez en su vida. Algo que le parecía impensable al comienzo de la terapia, al punto que se volvió algo muy natural y casi orgánico.
Durante el tiempo de terapia trabajamos constantemente la autoestima y el aprendizaje de poner límites. Así, otras relaciones cambiaron mucho.
Aprendió a expresarse y pedir sin miedo cómo quiere ser tratada. Algunas seudo-amistades se perdieron por el camino mientras ella iba creciendo y avanzando. Nos tocó hacer el duelo correspondiente y lo transitó con presencia y madurez, notando la pena sin ser arrastrada por ella.
Afortunadamente llegaron otras nuevas personas con quien compartir de forma sana y nutritiva, muchas experiencias hermosas donde puede ser ella misma sin esconderse ni mutilarse para encajar.
Finaliza la terapia, pero continúa el proceso de crecimiento personal.
Culminar la terapia marcó un hito importante en su vida, pero Joana sabe que el camino de autodescubrimiento y crecimiento no termina. Ahora, con las herramientas y la fortaleza que ha adquirido, está lista para ir con confianza y determinación.
Gracias por elegirme para acompañarte, Joana.
Joana es el nombre que elegimos entre la auténtica protagonista y yo para contar su historia con la idea de ayudar a otras personas que se sientan atrapadas en relaciones similares, y así motivarlos a salir de ellas.
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